Resumen
La evaluación es un importante desafío para los profesores, pues a través de ella se debe buscar insumos a fin de mejorar el proceso de enseñanza y de aprendizaje de los alumnos. Toda instancia evaluativa debería estar orientada al conocimiento de tal proceso, motivo por el cual es necesario diversificar los instrumentos de evaluación elegidos. El presente artículo analiza una experiencia de evaluación realizada en formación terciaria, basada en el manejo del lenguaje escrito como herramienta mediadora por excelencia. El uso de algunos términos por parte de los alumnos, no siempre es un indicador de logros, ni facilita o favorece la evaluación que realiza el docente. En efecto, en ocasiones las explicaciones o definiciones dadas por el estudiante pasan a ser recursivas, o su vaguedad no permite conocer la concepción o idea que se tiene sobre el objeto de estudio. Consideramos un conjunto de alumnos a quienes les hemos solicitado desarrollar conceptos y les negamos la posibilidad de usar un conjunto de palabras, las cuales son propias de la definición. Tomando como indicador las respuestas a preguntas abiertas, dadas por los estudiantes en una evaluación final de curso, hemos concluido que este tipo de actividad resulta desafiante e interesante para los alumnos. Del mismo modo, hemos verificado que la evaluación se torna más precisa, permitiendo conocer mejor la apropiación de saberes por parte de los alumnos.